Ponencia Aprobada
Presentada por: Comisión Ejecutiva
Partimos de dos premisas claras:
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- nuestras organizaciones son entidades vecinales, implicadas en la mejora de los barrios, y por ende de la ciudad, y de las personas que viven en ella.
- Y su cabeza más visible, que son las juntas directivas, están formadas por personas, que con sus opiniones y acciones concretan las demandas que desde los barrios llegan a estas organizaciones.
Por lo tanto, debemos tratar la cuestión con un doble enfoque: el colectivo y el personal. Desde lo colectivo, las asociaciones vecinales hemos apostado históricamente por la participación y la cooperación entre personas y colectivos de lo más variado. Es una forma muy enriquecedora de trabajar y de vivir relaciones de buena vecindad.
Sin embargo, hay momentos en que esa colaboración puede hacernos perder eficacia por las interferencias existentes entre unos colectivos y otros a pesar de los buenos deseos y la mejor predisposición de todas las partes. La buena intención está fuera de toda duda. Pero se hace necesaria una organización mínima que nos permita ser más efectivos incluso entre los colectivos con los que compartimos objetivos y actividades comunes.
La colaboración entre una entidad con una gran variedad de objetivos, como es el caso de las asociaciones vecinales, y otra con un único fin o un número muy limitado de fines genera a veces interferencias entre ambas instituciones resultando ambas perjudicadas. En unos momentos donde existen multitud de redes sociales resulta más necesario que nunca acotar las intervenciones de unas y otras de modo que se no produzcan injerencias o intromisiones. Imaginemos, por ejemplo, una agrupación de jugadores de bolos que de forma constante envían mensajes de sus reivindicaciones y actividades a través de las redes sociales de la asociación vecinal y que tanto en público como en privado critican la forma de proceder de la asociación por entender que es tibia en la defensa de la actividad de bolos. O la inversa. La asociación vecinal que bombardea las redes sociales del grupo de bolos con la multiplicidad de actividades que desarrolla dicha asociación y que menosprecia a quienes juegan a los bolos por no dedicar suficiente atención a los problemas de transporte o escolares en la ciudad.
El resultado es una cacofonía que perjudica a ambas organizaciones. Mejor respetar la autonomía de cada entidad, valorar de forma positiva y respetuosa la actividad de cada una de ellas así como de sus integrantes y colaborar de forma puntual en aquellos objetivos comunes.
Algo parecido sucede en el plano personal. Quienes formamos las juntas directivas de las asociaciones y federaciones vecinales compartimos en muchas ocasiones militancia en organizaciones políticas, sindicales, vecinales, ONG, etc. Es en esta multimilitancia donde puede generarse un problema, si no conseguimos establecer compartimentos lo más estancos posible entre todas ellas que garanticen la neutralidad que proponemos.
Porque no siempre coinciden las prioridades, y en ocasiones los puntos de vista y la forma de enfrentarse a cuestiones de interés para la ciudadanía son incluso contradictorios. Por este motivo es necesario que quienes practicamos esa multimilitancia tengamos la capacidad de saber dónde estamos en cada momento, manteniendo los intereses de esa organización en concreto, y siendo conscientes de que en algún momento se producirán choques con otros espacios en los que también participamos.
Debemos tener claro que la fidelidad a una organización no implica coincidir con todas sus decisiones, pero sí nos obliga a acatarlas sin entorpecer su desarrollo cuando han sido tomadas de forma democrática tras un debate sosegado en el que han podido escucharse todas las opiniones. Y esto aunque no coincidan o incluso vayan en contra del punto de vista que sobre el mismo tema tiene alguna otra de las organizaciones en las que participamos.
Es una cuestión personal cómo cada quien resuelve estas posibles contradicciones, pero en cualquier caso no deben afectar a las organizaciones. Porque la independencia, tanto en lo personal como en la colectivo, es imprescindible para garantizar el respeto y la valoración positiva de nuestras asociaciones vecinales, tanto de las instituciones como especialmente de nuestros vecinos y vecinas, de modo que al margen de sus tendencias políticas, religiosas, culturales, sociales… sientan que la asociación vecinal de su barrio es un espacio de acogida y apoyo en todas las demandas y reivindicaciones tendentes a mejorarlo.